CUEVA DE LA BARCELLA (LA TORRE DE LES MAÇANES)

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mapa cueva barcella definitivo


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- Cueva de enterramiento
- Eneolítico - Bronce
- 2.800 – 1.500 a. C.
- Mapa 847 (1-2) Serra de la Carrasqueta
- Acceso: difícil

La Cueva de la Barcella es una de las cuevas de enterramiento más importantes de todo el levante español por la variedad y amplitud del registro de materiales arqueológicos que se encontraron en ella.
Desde La Torre de les Maçanes hay que coger por la carretera CV-780 en dirección Alicante y Xixona. Según se sale del pueblo hay una curva a la izquierda y al final de esta, justo antes de la señalización del Km. 13 de la carretera, sale a la derecha una pista asfaltada en dirección Noroeste. La vía transcurre al principio entre casas de campo que poco a poco van siendo sustituidas por bancales. Tras una larga recta de casi kilómetro y medio, la carretera da un giro de noventa grados a la izquierda. Tras otro kilómetro y medio llegamos junto al monte de la Barcella donde se encuentra la cueva a la que da nombre.
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Este cerro es inconfundible por su aspecto cónico y se eleva casi doscientos metros sobre la carretera. Esta cubierto de vegetación que ha crecido sobre los bancales abandonados que se extendían por su ladera. El coche se deja en un amplio apartadero a la derecha de la vía, justo antes de una cerrada curva a la izquierda. De este aparcamiento nace una senda perfectamente marcada que se interna en la Sierra dels Plans y llega hasta su cima internándose por el barranco que pasa a los pies del Monte de la Barcella. Esta bella excursión se puede realizar después, ya que para llegar a la cueva debemos de momento desechar este camino.
La cavidad se en-cuentra semioculta por la vegetación que alfombra el monte y ningún camino marcado llega hasta ella. No es fácil de encontrarla, pero merece invertir un poco de tiempo y paciencia en su búsqueda. Tendremos que orien-tarnos por su situación en la zona más alta de los bancales abandonados a media ladera de la vertiente NE del monte. La manera más fácil de acceder es seguir unos metros pasando la curva cerrada que la carretera hace al atravesar el barranco y salir entonces de la vía buscando el ascenso entre los bancales por la zona de menos pendiente. Se van superando los bancales abandonados buscando los pasos entre la tupida vegetación. Cerca de 100 metros de desnivel nos separan de la cueva. En la parte del monte en que se extienden los últimos bancales y prácticamente encima de la misma entrada del barranco se halla la cueva. Desde aquí se ve una gran vista de Aitana, el Puig Campana y de la localidad de La Torre que se halla sólo a dos kilómetros.

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La entrada de la cueva, de tres metros de altura, está orientada hacia el NE. La gruta tiene más de diez metros de recorrido. En el techo de la cavidad se abre un agujero que comunica con el exterior y que da luz a la zona más profunda.

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En esta cavidad se encontró el único ídolo ancoriforme de toda la Comunidad Valenciana de gran relevancia por tener paralelos con la pintura rupestre esquemática (véase abrigo del Salt en este mismo libro). Este pequeño ídolo de apenas cuatro centímetros de longitud podemos contemplarlo en el MARQ junto con otras importantes piezas del conjunto, como los ídolos violín, excelentes puntas de flecha de variada tipología, botones, alfileres y colgantes de hueso. De este material también es desta-cable por su singu-laridad el hallazgo de un peine de hueso, elemento este último también excepcional en la arqueología española. También se encontraron punzones de cobre, útil que fue de las primeras herramientas de metal fabricadas por el ser humano.
 

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La cueva fue excavada por el Padre Belda, párroco de La Torre de les Maçanes y uno de los pioneros de la arqueología Alicantina. Fue en 1928 cuando tuvo la noticia de que un cazador había encontrado restos humanos en la cavidad. Aun hoy podemos ver escrito en latín a la entrada de la cueva el recordatorio de la fecha de su descubrimiento. Parece ser que en aquel entonces no se estilaban las delicadezas en las excavaciones arqueológicas, ya que se usó pólvora para facilitar la excavación del yacimiento. Parece ser que la cavidad había estado enterrada hasta que un agricultor había abancalado hasta la altura de la cueva.
Según accedemos a la cueva, a la izquierda, vemos dibujadas en las paredes dos calaveras que corresponden a la ubicación donde se encontraron los dos primeros cadáveres, uno de los cuales tenía entre su ajuar funerario el peine de hueso. También junto a estos dos cadáveres se encontraron azuelas, un brazalete de arquero, un ídolo violín, dos punzones de cobre, un puñal, dos aretes de plata y una mandíbula de ungulado, posiblemente un ciervo o gacela. Es curioso que con otros cadáveres de esta cueva también aparecieran mandíbulas de animales.


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En la Cueva del Cantal, también tratada en este libro, aparecieron mandíbulas, en este caso de ovicápridos,  junto a varios cráneos. Esto hace pensar en un significado simbólico de este gesto. Son abundantes también los colgantes hechos con dientes de animales, predominando los de ciervo. El acompañamiento de estos ajuares nos da una idea del tratamiento respetuoso y ritual con que se trataba a los muertos en su preparación para el tránsito a la otra vida. Es abundantísima la relación de objetos que se encontraron acompañando a los aquí enterrados: 146 puntas de flecha, 15 vasos cerámicos, 8 hachas pulimentadas, 89 alfileres de hueso, 16 punzones, 5 punzones de cobre, 2 cinceles de este mismo material, 10 ídolos planos, 64 colgantes, 11 botones y más de 2700 cuentas de collar.
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En la pared de enfrente de las calaveras pintadas vemos señalado en números romanos un III que corresponde a la ubicación de un tercer cadáver. Aunque no hay más pistas de la ubicación exacta de los inhumados hemos de saber que la necrópolis contenía al menos 23 individuos. Entre ellos llama la atención en el diario de la excavación de Belda el hallazgo en la parte media de la cueva de un hoyo en el suelo de 45 cm. de profundidad donde había un esqueleto sin cráneo. Más adelante descubre en otro hoyo y sobre unas piedras un cráneo humano que sugiere podría ser del mismo esqueleto.
La mayoría de los enterramientos se encontraron en la entrada y en la parte media de la cueva y se posicionan en posición fetal con la cara orientada al Sur o Sureste. Los restos dispersos encontrados al fondo de la cueva señalan al posible uso como osario de esta zona de la cavidad. 
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La cueva parece que fue aprovechada en dos momentos: el más antiguo sería en el Eneolítico inicial y Pleno, también denominado por algunos autores Neolítico IIB, entre el 2.800 y el 2.100 a.C. El segundo entre el Horizonte Campaniforme de Transición y el Bronce antiguo (2.100-1.500 a.C). De este último momento serían los brazaletes de arquero, y los elementos de metal como los punzones, los cinceles y los anillos.
Aunque la escondida cueva no haya podido guardar el descanso de los que en su día fueron enterrados aquí, nos ha dejado suficiente prueba en los adornos y ajuares encontrados de la espiritualidad de la comunidad que aprovechó la cavidad. Estos primitivos pobladores dieron a este lugar un carácter sagrado que hoy nos proporciona un importante valor histórico que debemos apreciar y respetar.

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