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En la Torre de Sant Josep se enterró el que debió ser un personaje importante de la ciudad de Allon, ciudad romana cuyos restos se encuentran bajo la actual Villajoyosa. Allon era una de las cuatro ciudades romanas más importantes del territorio de la actual provincia de Alicante (Ilici, Dianium, Lucentum y Allon). Que duda cabe que el que se pudo costear este sepulcro debió ser una de las personalidades más ricas e influyentes de la ciudad. Además de influyente en la ciudad de Allon tuvo que ser el propietario de la finca donde se levanta hoy la torre. Decidió ser enterrado en sus tierras. ¿Sabemos su nombre? Hasta hace poco no. Pero la Torre de San José no deja de dar sorpresas. La clave estaba desde hace tiempo en los fondos de Vilamuseu, el museo de Villajoyosa. Allí estaban depositados varios restos traídos de una finca cercana a la Torre de Sant Josep. Entre ellos una placa de claro contenido funerario. ¿Cómo se supo que la placa era de la Torre de Sant Josep?
En la Torre de Sant Josep se enterró el que debió ser un personaje importante de la ciudad de Allon, ciudad romana cuyos restos se encuentran bajo la actual Villajoyosa. Allon era una de las cuatro ciudades romanas más importantes del territorio de la actual provincia de Alicante (Ilici, Dianium, Lucentum y Allon). Que duda cabe que el que se pudo costear este sepulcro debió ser una de las personalidades más ricas e influyentes de la ciudad. Además de influyente en la ciudad de Allon tuvo que ser el propietario de la finca donde se levanta hoy la torre. Decidió ser enterrado en sus tierras. ¿Sabemos su nombre? Hasta hace poco no. Pero la Torre de San José no deja de dar sorpresas. La clave estaba desde hace tiempo en los fondos de Vilamuseu, el museo de Villajoyosa. Allí estaban depositados varios restos traídos de una finca cercana a la Torre de Sant Josep. Entre ellos una placa de claro contenido funerario. ¿Cómo se supo que la placa era de la Torre de Sant Josep?
La
placa encajaba exactamente en al 7ª hilada de la torre, donde los
arqueólogos ya suponían que se ubicó en su día la inscripción que hasta
ahora se daba por desaparecida. Misterio resuelto. El enterrado fue
Lucio Terencio Mancino, hijo de Marco.
El monumento antes de la restauración |
Otra
curiosidad de la Torre de San José es que este tipo de monumentos
funerarios solían situarse junto a las calzadas de entrada a las
ciudades. En el caso de la Torre de Sant Josep se eligió colocarlo
dentro de la finca del enterrado, lejos de la vía más cercana y
sobre un altozano a tan sólo 150 metros de la línea de costa. Lo
que se buscaba es que el monumento turriforme pudiera verse sobre
todo desde el mar. El mar era al fin y al cabo en el siglo II d.C. la
via de comunicación más importante. Es más, es muy probable que en
la playa de torres existiera un fondeadero. Lucio Terencio quiso que
su monumento fuera visto desde el mar, por todos los barcos que
recorrieran la costa. Además es muy probable que el monumento
estuviera enlucido y pintado, probablemente con colores vistosos, con
lo que la visibilidad de la torre aumentaría aun más.
La torre de San José con otros restos encontrados y el már al fondo |
La
Torre funeraria de Sant Josep fue expoliada ya en el siglo XIV y
luego también en el siglo XIX. De Lucio Terencio sólo encontraron
los arqueólogos tres piezas dentales. Pero aun así estos restos nos
dan una valiosa información. Los dientes no tienen muestra de haber
sido quemados, por lo que es muy posible que lo que haya practicado
en la Torre de San José sea una inhumación, no una incineración como era el método más corriente en el siglo II d.C. En el interior
de la torre hay espacio de sobra para el enterramiento, ya que la
cámara funeraria mide 2,76 m. por 1,60 m. de ancho. Y 7,5 m. de
altura.
La Torre de San José en uno de los paneles informativos |
¿Estuvo
sólo el cadáver de Lucio
Terencio?
No lo sabemos con
seguridad,
pero si es destacable la aparición de un enterramiento infantil en
el recinto funerario que rodea la torre creando un espacio sagrado.
Dado las condiciones del hallazgo no se sabe si este enterramiento es
contemporáneo al del personaje principal. Pero es muy posible.
Apareció en una fosa de planta oblonga excavada en la roca. ¿Pudo
ser familia del propietario? ¿Quizás
el hijo de uno de los servidores del difunto? Difícilmente
lo sabremos nunca.
El
recinto funerario que rodeaba a la Torre de Sant Josep es uno de los
más grandes del mundo romano en la Península Ibérica. Está
delimitado por un muro de hormigón de poca altura de 36 metros de
perímetro que acota un espacio sagrado de 303 metros cuadrados. En
las excavaciones se encontraron restos de lo que podrían ser las
partes de un pedestal destinado a sostener una estatua. Seguramente
la estatua se encontraba en las inmediaciones de la torre y
representaba al enterrado, dando más monumentalidad al recinto
funerario y propiciando el recuerdo del finado.
Reconstrucción hipotética del recinto funerario. Imagen tomada de los paneles informativos. |
Lucio
Terencio Mancino buscaba la inmortalidad. Gracias al monumento que
erigió en su día hoy volvemos a recordar su nombre. Aunque su tumba y sus restos fueron expoliados hace tiempo hoy queda su torre,
la Torre de San José, que nos recuerda la importancia que debió
tener este personaje. Y es que tal como pensaban los romanos se
pervive mientras se es recordado. Lucio Terencio consiguió la
inmortalidad que anhelaba. A cambio de ella nos regaló a todos un
monumento único que también nos hace pensar en la muerte y en la
vida en el más allá.
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© Julio Asunción
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Bibliografía:
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© Julio Asunción
Bibliografía:
ABAD
CASAL, L. y BENDALA GALÁN, M., 1985: «Los sepulcros
turriformes de Daimuz y Villajoyosa. Dos monumentos funerarios
romanos olvidados», Lucentum, II,147-184.
RUIZ-ALCALDE,
D. y CHARQUERO BALLESTER, A. Mª., 2014: «El monumento
funerario de la Torre de Sant Josep de Villajoyosa: nuevos datos y
propuesta de restitución», Lucentum, XXXIII, 151-182.
RUIZ-ALCALDE,
D. y CHARQUERO BALLESTER, A. Mª.:”La
Torre de Sant Josep de Villajoyosa. La restitución del monumento
romano y su contexto funerario”, Lucentum XXXIV, 261-280
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